Se tronó los nudillos, viéndose desesperada. Sin embargo, regresó a encararla con una sonrisa demasiado enigmática.
No había más que pena en la profundidad de su mirada.
- Algún día, - empezó con esa sonrisa perdiendo misticismo y ganando dolo en su gentil curva.- tú también. Tú también serás mi enemiga.
Le devolvió el brazalete naranja.
- Pero está bien.- sonó a que se estaba tratando de asegurar a ella misma de aquello.- Está bien.
Cerró su palma sobre la alhaja, esperando que ella la sostuviese firme en su puño.
- Siempre voy a desear